Como soy la primera en postear, debo partir dando la bienvenida a todos aquéllos que se acerquen, sea a leer, compartir, disentir o alentar. Espero, al igual que todo nuestro equipo, seamos un aporte al quehacer del mundo blog, esta vez, poniéndonos serios al tratar temas, ideas, pensamientos o sentimientos que no son abordados con habitualidad y, que cuando lo son, son finalmente pasados a llevar por la frugalidad de los comentarios o la falta de altura. Esperamos marcar una diferencia en ese sentido.
Habiendo dicho esto, me voy directo al punto.
Dentro del mundo de las ideas, todos tenemos cosas qué aportar. Todos somos seres pensantes, con libre albredío y nos enmarcamos, al menos en la teoría, dentro de un plano de igualdad.
Es éste un tema que desde siempre me ha parecido importante.
Se me ha venido este asunto a la cabeza luego que mi blog fuera vapuleado por un anónimo, de forma gratuita y artera. No es primera vez que me ocurre y seguro a muchos de ustedes les ha ocurrido algo similar en más de alguna ocasión.
Muchos recurrimos al tan manido concepto de la Tolerancia, al momento de defendernos frente a un exabrupto que nos ofende o menosprecia, solo por pensar o ser diferentes.
Tolerar, sin embargo, resulta mezquino y podría ser no una base o regla de convivencia social.
Tolerar es "aguantar", sufrir calladamente y, en este sentido, socava y anula el respeto mutuo y la igualdad que todo ser humano reclama para sí cuando se ve menoscabado frente a otros.
Un reputado pensador norteamericano, dedicado a la ciencia del Derecho, John Rawls, proponía a efectos de salvaguardar el metro cuadrado de cada cual, su espacio de libertad y sus derechos similares a los de sus semejantes, suponer que los seres humanos estábamos cubiertos por el Velo de la Ignorancia, de manera tal de realizar el siguiente ejercicio:
En ausencia del conocimiento mínimo acerca de la propia situación dentro de la sociedad, cada cual tenderá naturalmente a propugnar la igualdad, toda vez que no hacerlo podría ponerlos en desventaja en el mundo real.
Esta es nada más una manera más elaborada de la frase aquélla que nos compele a "ponernos en los zapatos del otro". O -dentro del mundo católico- "ama a tu prójimo como a ti mismo".
El egoísmo, sin embargo, poco reprochable si pensamos que es la natural consecuencia de nuestra innegable naturaleza animal, nos lleva a pensar primero y por sobre todo en nosotros. Es el instinto de supervivencia, aún poco explorado entre los humanos y muy incomprendido.
Tiendo a creer que si examináramos con detenimiento dicho instinto, podríamos esperar razonablemente un cambio de actitud. No será muy notorio, dada la complejidad del pensamiento humano y las otras múltiples (y hasta innumerables) variables que juegan en nuestro actuar como seres sociales.
En resumidas cuentas, tolerar aparece incluso una actitud despreciable moralmente, porque supone menospreciar a otros calladamente.
Respetar, por su parte, es una idealización poco práctica en vistas del actuar propio del ser humano.
Vernos como iguales, aceptando nuestras diferencias y entendiendo que cada cual lleva consigo sentimientos, pensamientos y experiencias acumuladas parece más razonable y un punto de partida bastante más pragmático a la hora de llevar a la práctica el respeto que todos anhelamos y casi todos simulamos.
LA FULERITA.